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ORILLA




Estoy sentado en la costa del Secreto
Con esta luna que tal vez sea la misma
con estas piedras que tengo entre los dedos
runas perdidas por algún oráculo
cuarzos que mandó el misterio
Donaré una mano, cuando las devuelva
 al extraño hilo que teje este mar.
Para enhebrar nenúfares
con luces iguales para distintos cuerpos
Recibo soplos de cantos
Caricias de antiguas flautas
Obedezco
Me entrego al callado grito del acertijo
que sólo repite el silencio

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CUARENTENA Una nena de nueve años cruza el brazo  sobre el cuello de su perra La imagen repetida  es la más única La foto más antigua  otra vez es la más nueva Ella cree mirar el horizonte y el horizonte mira su cabello claro su cara de papel sus ojos de agua y musgo  donde el afuera se dibuja Sobre un telón de cielo los ojos pintan la pared amarilla  del frente de la escuela el unicornio que la lleva  volando en la mochila las travesuras con las compañeras las estrellas de harina  que encienden con su abuela Ella, que es todo eso  intuye aunque no mire al monstruo verde y sus púas que la amenazan detrás del hierro Tampoco podemos verlo ni explicarle a Abril  -educada para ser pez y pájaro- cómo es que pueden cuidarla un vidrio y una reja Duelen los ojos se detienen las manos -Se ha logrado que el abrazo esté prohibido- Este abril                  no lleva su nombre  MATÍAS LÓPEZ 22 de abril de 2020